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Por casi una década, los investigadores no encontraban respuesta a cómo se veían los denisovanos. Hoy, se tiene el mejor modelo del esqueleto de la especie.
A principios de este año, David Gokhman convocó a un fantasma.
Gokhman, por entonces estudiante de doctorado en la Universidad Hebrea de Jerusalén, intentaba unir las piezas del esqueleto de un enigmático ser humano antiguo conocido como denisovano. Pero, a pesar de que es probable que los denisovanos hayan vivido en Asia por decenas de miles de años, los investigadores solo han hallado escasos fósiles: un hueso del dedo meñique, un fragmento de cráneo, una mandíbula fracturada y unos pocos dientes.
Para darle forma a estos espectros, Gokhman se basó en el rastro más convincente de su existencia: su antiguo ADN.